A Gaiola Dourada
Asia, nueve años atrás. Nadie tenía pinta de elegancia, ni de tener favores especiales. Pero estábamos en una especie de Gran Hermano, atascados un par de meses voluntariamente en un proceso específico. En un hotel, sobreviviendo a punta de agua de coco y esquivando lagartijas de los pasillos. Transpirando la gota gorda por cada cien metros caminados. Algunos venían del país del sol naciente. Otros, de la tierra de los canguros. Unos cuántos de la ex URRSS y otros, como yo, desde el culo del mundo. Se sabía que nuestras diferencias no solo eran culturales, sino que también de clases sociales. Había algo que nos unía a todos en nuestro propósito, pero a algunos les había costado más que a otros llegar ahí. Terminado ese ciclo, volví a mi hogar, con ansiedad social y sin mucho ánimo de presumir nada. No fui de vacaciones ni a sacarme fotos para facebook. Pero conocí un montón de gente de la cual no supe mucho al tiempo después... y todas esas conexiones se fueron perdiendo. Como estr